12 diciembre 2015

La música de los impresionistas

Los dos nombres más íntimamente ligados al impresionismo musical, Debussy y Ravel, tuvieron una postura cuando menos ambigua ante el calificativo de impresionistas, llegando a renegar de ella abiertamente en alguna ocasión.

En 1908, Debussy comentaba a su editor en referencia a sus Images que “estaba intentando componer algo diferente –realidades, por así decirlo –lo que los imbéciles llaman “impresionismo”, un término empleado con suma imprecisión, especialmente por los críticos de arte, que lo usan para etiquetar a Turner, el mayor creador de misterio de todo el arte.”[1]



Por su parte Ravel escribía en 1928 a propósito de la música francesa: “Tenemos algunos compositores ultramodernos entre nuestros jóvenes. No sé cómo será de significativo. Sin embargo, si me pregunta si tenemos una escuela de músicos impresionistas debo admitir que nunca he asociado dicho término con la música. La pintura, ah, ça est outre chose!”[2]

Y ciertamente, la pintura era otra cosa. La mayoría de pintores asociados al impresionismo pertenecían a una generación anterior a la de los ilustres músicos. Cuando Debussy estrenó su Preludio a la siesta de un fauno en 1894 el impresionismo pictórico contaba ya con más de dos décadas de vida. Ravel, aún más joven que Debussy no saltó a los focos de la vida cultural parisina hasta el cambio de siglo. Esto quiere decir que la música que hoy asociamos con el arte impresionista no es exactamente la que los pintores conocían y que, quizá,  les inspiró. Entonces ¿cuál fue esta música?

No hay dudas de que la figura más influyente en la escena musical europea de la segunda mitad del siglo XIX es Richard Wagner. Francia tampoco escapó al embrujo wagneriano, y esto se vio reflejado no solo en su música.

A través de su correspondencia podemos saber que el pintor Paul Cézanne apreciaba  los “nobles sonidos de Wagner” y se congratulaba por haber podido escuchar las oberturas de Tannhäuser, Lohengrin y El Holandés errante llegando a unirse, junto a Zola, a la sociedad wagneriana de Marsella.

 P. Cézanne: Niña al piano. La obertura de Tannhäuser (1868-9)

Por su parte Renoir, quien en su juventud había sido solista del coro de Saint Eustache bajo la dirección de Gounod, animado por algunos colegas wagnerianos se acercó a Palermo para conocer y retratar al maestro. 


P. A. Renoir: Richard Wagner (1882)


Por aquel entonces Wagner se encontraba completando la instrumentación de Parsifal y tras algunas largas aceptó recibir al pintor. Renoir detalló la visita en una carta en la que sin tapujos expresó su opinión sobre la música del venerado compositor:

“Me gustaba mucho la música de Wagner. Me dejaba llevar en ese tipo de fluir apasionado que encontraba en su música. Pero llegó un día en que un amigo me llevó a Bayreuth, y sin embargo debo decir que me aburrí endiabladamente. Los gritos de guerra de las Valkirias están bien por un rato, pero cuando duran seis horas seguidas acaban por volverte loco.”[3]

Manet estaba también familiarizado con la música Wagner, pues su esposa pianista solía interpretar para él y otros ilustres invitados como Baudelaire piezas del compositor alemán.

La figura de Wagner causó una gran impresión en un pintor un poco más joven que los anteriores, pero nacido todavía una década antes que Debussy. Se trata de Vincent van Gogh. En su interesante correspondencia se encuentran alusiones a la música y a su relación con demás artes visuales. En 1888 escribe a su hermano Theo y le cuenta qué le sugiere la pintura que se hace en ese momento:

“La pintura tal y como es ahora augura hacerse más sutil —más música y menos escultura — de hecho augura color.”

El color es una de las obsesiones del artista y su especial tratamiento una de las características del impresionismo como relata en 1889 a su colega Gauguin:

"Hoy he comenzado de nuevo sobre el lienzo que había pintado de Mrs. Roulin, aquel que había permanecido en un estado incierto en cuanto a las manos por causa de mi accidente. Como disposición de colores: los rojos moviéndose hacia naranjas puros, intensificando aun más los tonos de la carne hasta los cromos, pasando por rosas maridando con verdes olivas y veronés. Como disposición impresionista de colores, nunca habría podido diseñar nada mejor."

V. van Gogh: Agoustine Roulin ("La Berceuse") (1889)


En esa misma misiva Van Gogh expresa sus intenciones como artista:

“¡Ah! Mi querido amigo, hacer de la pintura lo que la música de Berlioz y Wagner ha sido ante nosotros…un arte reconfortante para corazones apenados.”

Aunque menciona a otros músicos como Beethoven o Berlioz (de quien confiesa desconocer su música), Wagner es quien aparece en más ocasiones a lo largo de sus escritos. Su interés le llevó a leer diversos ensayos y artículos sobre el compositor, a quien vuelve a poner como ejemplo para la pintura en una carta a su hermano en Septiembre de 1888:

“He leído un artículo sobre Wagner, L’amour dans la musique, del mismo autor que escribió el libro sobre Wagner, creo. ¡Qué necesario es que hagamos lo mismo en la pintura!”

Solo unos meses antes Van Gogh se había trasladado a Arlés, en el sur de Francia, proveniente de París. Los nuevos paisajes que allí se encuentra le causan una honda impresión y se lo cuenta entusiasmado a su hermano Theo:

“…nunca he tenido tanta buena fortuna; la naturaleza aquí es extremadamente bella. Toda ella y en cualquier parte. La cúpula del cielo es de un maravilloso azul, el sol tiene un pálido resplandor sulfuroso, y es suave y encantador, como la combinación de azules celestiales y amarillos en los cuadros de Vermeer de Delft. No puedo pintar algo tan bonito como como eso, pero me absorbe de tal manera que me dejo llevar sin pensar en ninguna regla”.

Vincent a Theo van Gogh. Arles 18 de Septiembre de 1888


En este estado de excitación cita al músico alemán como un referente para su pintura:

“Pero de nuevo estoy como estaba en Neuen, cuando hice un vano intento de aprender música —incluso entonces— ya que sentía de manera muy intensa las conexiones que existen entre nuestro color y la música de Wagner”.

En una misiva a su hemana Willemien reafirma una vez más los paralelismos que encuentra entre su pintura y  las notas del músico:

“Comprenderás que el campo del sur no puede ser pintada con la misma paleta que por ejemplo Mauve, quien pertenece al norte y es siempre un gran maestro con el gris. Sin embargo la paleta de hoy es absolutamente colorista—cielo azul, rosa, naranja, bermellón, amarillo brillante, verde claro, rojo vino claro, violeta.
Pero intensificando todos los colores uno de nuevo alcanza la calma y la armonía. Y algo sucede como con la música de Wagner, que aun siendo interpretada por una orquesta grande, no por ello es menos íntima”

 
V. van Gogh: Huerta con melocotonero en flor (1889)


Pese a existir relaciones entre la música de Wagner y Debussy no se puede decir que sus ideales estéticos sean cercanos precisamente, por lo que es revelador conocer cuál de las dos fue la que conoció y admiró van Gogh entre otros pintores impresionistas. Esto no quita que sea legítimo aplicar el calificativo de impresionista a la música de autores como Ravel o Debussy, aun teniendo en cuenta su ocasional rechazo. Sin embargo la próxima vez que escuches música impresionista o veas un cuadro impresionista recuerda que las etiquetas que le ponemos a los diferentes estilos o períodos de las distintas artes, a pesar de ser por lo general útiles, nos cuentan solo una parte de la historia, y quizá lo que no nos cuentan es igual de apasionante.




[1] Citado en Simeone, N. “Debussy and expression”. The Cambridge companion to Debussy, p. 102
[2] Ravel,M., “Take Jazz seriously!”, reproducido en Orenstein (ed.), A Ravel Reader: Correspondence, articles, interviews.
[3] Citado en R.C., “Renoir’s portrait of Wagner”, The Musical Times, vol. 62, No 942 (1 de Agosto de 1921), p. 570

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