De un compositor nos queda su música, pero
detrás de las notas siempre hay una historia personal. Quizá la manera más
directa de acercarse a esta historia sea a través de las propias palabras del
autor y las de aquellos que le rodearon. Eso es precisamente lo que nos ofrece
Arbie Orenstein en "A Ravel reader: Correspondence, articles,interviews".
A través de una recopilación de 346
cartas (la mayoría de Ravel, y algunas de sus correspondientes), 22 artículos
del propio Ravel sobre actualidad musical y críticas y 30 entrevistas en medios
de diversos países, descubrimos a una figura apasionante, marcada por el
perfeccionismo y la autocrítica. Ravel se nos muestra como un artista abierto
hacia las nuevas ideas, pero a su vez muy independiente. Ambas cualidades quedan
reflejadas en una carta fechada el 7 de Junio de 1916, esto es en plena primera
guerra mundial, y enviada desde el frente donde Ravel servía como
conductor. En ella, mostrando una integridad sorprendente, Ravel separa el
ámbito de artístico del ámbito político, y en respuesta a la propuesta del Comité
Nacional para la Defensa de la Música Francesa de boicotear la música de sus
enemigos escribe:
Un descanso obligatorio me permite por fin responder su carta
informando de los estatutos de la Liga Nacional para la Defensa de la Música Francesa,
que ha llegado a mí con considerable retraso. Ruego que me disculpen por
no haber contestado antes, pero varios traslados y deberes me han dejado poco
tiempo hasta ahora.
Discúlpenme también por no poder adherirme a sus estatutos: habiéndolos
estudiado con detenimiento, y su informe también, me siento incapacitado para
hacerlo.
Por supuesto solo tengo elogios para su "obsesión por el
triunfo de nuestra patria", que me ha obsesionado desde el comienzo de las
hostilidades. En consecuencia, apruebo totalmente la "necesidad de
actuar" que dio lugar a la Liga Nacional. Siento esta necesidad de acción
tan intensamente que renuncié a la vida civil, aunque nada me obligaba a
hacerlo[1].
Soy incapaz de estar de acuerdo con ustedes cuando afirman como
principio que “el papel del arte de la música es económico y social.” Yo nunca
he considerado a la música, o a ninguna de las artes, de esa manera.
(…)
No creo que “para salvaguardar nuestra herencia artística
nacional” sea necesario “prohibir la interpretación pública en Francia de obras
Alemanas y Austríacas contemporáneas que no sean todavía de dominio público”
“Si es impensable para nosotros y para futuras generaciones
repudiar las obras maestras clásicas, que constituyen uno de los monumentos
inmortales de la humanidad”, cuánto menos deberíamos “descartar por un largo
tiempo” obras interesantes, que algún día pueden ser contadas entre los
monumentos, y de las cuales podemos aprender importantes lecciones mientras
tanto.
Sería peligroso para los compositores francés ignorar
sistemáticamente la producción de su colegas extranjeros, y así convertirse en
una clase de camarilla nacional: nuestro
arte musical, que es tan rico en la actualidad, pronto degeneraría,
convirtiéndose aislado en fórmulas banales.
Para mí tiene poca importancia que el señor Schoenberg, por
ejemplo, sea de nacionalidad austríaca. Esto no le impide ser un músico
extraordinario, cuyos interesantes descubrimientos han tenido una influencia
beneficiosa en ciertos compositores aliados, incluso en los nuestros. Además,
estoy encantado de que los señores Bartók, Kodály y sus discípulos sean Húngaros,
y lo muestren de manera inconfundible en
su música.
(…)
Además, no creo necesario que la música francesa, de cualquier
valor, predomine en Francia y sea propagada
al exterior.”
La impresionante lista de correspondientes
de Ravel es fiel reflejo de la efervescencia musical del París del primer
tercio del siglo XX, incluyendo a figuras como Stravinsky, Falla, Viñes, Milhaud,
Honneger, Vaughan Williams, Koechlin, Fauré, Casella y Satie entre muchos otros.
Los cordiales términos con los que se
dirige a Stravinsky o a Falla dan muestras de su aprecio por muchos de sus
colegas y sus músicas. En una interesante entrevista publicada en el ABC el 1 de Mayo de 1924 llega a decir que Falla es “uno de los músicos más grandes del
mundo”. En esa misma entrevista Ravel nos habla de sí mismo y de su visión del
arte:
Contrariamente a la política, en el arte soy nacionalista. Sé que
soy un músico eminentemente francés; hasta me proclamo clasicista. Sé también
que tengo las cualidades y los defectos de los artistas franceses. Nosotros no
queremos ni sabemos engendrar una obra colosal, siempre somos algo cerebrales;
pero, de la limitación llegamos a menudo a la perfección. Creo que la
sinceridad es el peor defecto del arte, porque la sinceridad excluye la
elección. El arte tiene que corregir los defectos de la naturaleza. El arte es
una mentira hermosa. Lo más interesante en el arte es vencer las dificultades.
Mi maestro en la composición es Edgar Poe por el análisis de su maravilloso
poema El cuervo. Poe me ha enseñado
que el verdadero arte se encuentra en el justo medio entre el intelectualismo
puro y los sentimientos.”
Otra de las figuras que aparecen en la
correspondencia de Ravel es George Gershwin. Es bien conocida la historia del
interés de Gershwin por recibir clases de Ravel, quien —según la mezzo-soprano Eva Gautier—
no accedió a esta petición respondiendo
que de ser así Gershwin “perdería aquella gran espontaneidad melódica y
escribiría un mal Ravel”. Ravel sin embargo no se desentendió del asunto, y reconociendo el talento
de Gershwin, se puso en contacto con la eminente pedagoga Nadia Boulanger
solicitando que le admitiera como alumno (algo que finalmente no sucedería), en una misiva en la que además reafirmaba las razones por las que él había rehusado esa posibilidad:
Hay aquí un músico dotado con el más brillante, encantador y quizá
más profundo talento: George Gershwin.
Su éxito mundial ya no le satisface, él aspira a algo más elevado.
Él sabe que carece de los medios técnicos para lograr su objetivo. Enseñándole
esos medios, uno podría estropear su talento.
¿Tendrías el coraje, que yo no me atrevo a tener, de llevar a cabo
esta extraordinaria responsabilidad?
La correspondencia, ordenada
cronológicamente en esta recopilación, nos va dando detalles de la génesis de
las obras del músico, su relación
con sus editores y la no siempre fácil interacción con los intérpretes.
El final de la vida del compositor fue
trágico. Si la sordera podría parecer lo
peor que le puede ocurrir a un músico, la afasia que desarrolló Ravel durante
los últimos años de su vida me parece aún más dramática. El Dr. Théofile
Alajouanine trató durante dos años al compositor y dejó constancia de la dura
situación del paciente en un artículo en una revista de neurología, donde
explicaba que se trataba de “afasia Wernicke de moderada intensidad, sin ninguna
traza de parálisis (…) El lenguaje oral y escrito se encuentra dañado
moderadamente, sin ninguna disminución intelectual apreciable. Memoria, juicio,
afectividad y gusto estético no muestran ninguna discapacidad. La comprensión
del lenguaje permanece mucho mejor que las habilidades orales y escritas. La
escritura, especialmente, es muy defectuosa, principalmente debido a la
apraxia. El lenguaje musical está todavía más dañando, pero no de manera
uniforme. Existe una gran diferencia entre la pérdida de expresión musical
(escrita o instrumental), y el pensamiento musical, que en comparación se
conserva bien”.
La terrible impotencia que debió sentir el
músico quedó reflejada cuando, tras una interpretación de Daphnis et
Chloé, entre sollozos, confió a la violinista Hélène Jourdan-Morhange:
“Todavía tengo mucha música en la cabeza. No he dicho nada. Tengo mucho más que
decir”.
Pese a la enfermedad Ravel mantuvo un
carácter afable como demuestra esta anécdota que nos cuenta el músico Larry
Adler. Adler había realizado una adaptación del celebérrimo Bolero para su
instrumento, ¡la armónica! y cuando Ravel se enteró le invitó a tocarlo para
él.
Me sentía privilegiado y asustado pero acepté. Sin embargo, no
podía visualizarme en pie en el salón
tocando simplemente [la melodía de] el Bolero sin una orquesta que me ayudase.
Decidí llevarme un disco, que había grabado en 1934 en Londres (…) Llegamos a
Montfort l’Aumaury por la tarde, encontramos la casa del maestro y al minuto de
entrar, el gran hombre me arrebató el disco y lo puso en el tocadiscos… en la
conversación que siguió estaba convencido de que le había detestado todo, ya
que fue muy crítico con los cortes que había hecho y con el tempo que había usado.
Yo estaba tan incómodo que hice algo que nunca había hecho ni nuca volví a
hacer, le pedí que me firmase un autógrafo en el disco… Para mi sorpresa me dijo
que había pensado que el disco era un regalo para él. En cualquier caso,
continuó, tenía parálisis; no había escrito una nota en cinco años. Me
disculpé, por supuesto, y le dejé el disco. Tres días después Jaques Lyon me
telefoneó, “Le Maître” estaba en la tienda y quería verme de
inmediato… Encontré a Ravel arropado con un gran abrigo pese a que era un día
cálido, y me dijo que se había sentado en una habitación oscura durante más de
una hora, y que finalmente había conseguido dirigir su mano lo suficiente como
para escribir una vez su nombre, ¡y había traído esta firma a París para mí!
Algunos años después descubrí a través de sus editores americanos (...)
que había dado instrucciones de que yo tenía los derechos para tocar el Bolero
como quisiese, en cualquier medio, sin los habituales y extremadamente caros
derechos de autor.
"A Ravel reader" nos proporciona
una visión única de la personalidad del compositor, alejándonos del personaje y
acercándonos al hombre, y es sin duda una lectura recomendada en su totalidad
para los admiradores del gran músico francés.
_________________
Título: A Ravel reader: Correspondence, articles,
interviews
Editor: Arbie Orenstein
Editorial: Dover
Libros
Páginas: 653
Año de publicación: 2003
ISBN: 0-486-43078-2
Páginas: 653
Año de publicación: 2003
ISBN: 0-486-43078-2
[1] A los 20 años Ravel había
sido eximido de realizar el servicio militar debido a una hernia y debilidad
general.
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