22 mayo 2017

Magia a cuatro manos

Me gusta tocar el piano. Lamentablemente soy absolutamente negado para ello. De alguna manera, mi cerebro de flautista se niega a que los dedos tengan que desplazarse más del centímetro que separa una llave abierta de una cerrada. Lo de tener que desplazarse a lo largo del teclado con un estudiado baile de dedos le (me) sobrepasa por completo. Y de lo de prestar atención a una cosa distinta con cada mano ya ni hablamos...

Por suerte, existe un recurso para que los ineptos (motivados) como el que suscribe no perdamos la ilusión de hacer algo de música con el instrumento. Un día, mi profesora de piano complementario, cansada de escuchar mis repetidos desatinos en el tercer compás de un pequeño preludio de Bach, me propuso tocar algo a cuatro manos, y sacó un libro titulado pour les enfants bien sages: un tas de petites choses… (Para los niños de buen comportamiento: un montón de cosas pequeñas…). Se trataba de unas piezas para niños (la parte aguda, normalmente denominada Primo se llama aquí Les petites mains), compuestas a comienzos del siglo XX [1] por André Caplet, en la que la parte destinada a los niños es muy sencilla y se acompaña de una parte en el registro grave para del profesor, más elaborada. En este caso mi cerebro flautístico se alegró al comprobar que en todas las piezas de la obra las manos del Primo estaban en posición fija, con los dedos de ambas manos situados constantemente sobre las notas do-re-mi-fa-sol y tocando sencillas melodías, casi siempre idénticas en ambas manos. Por fin algo que podía tocar y ¡disfrutar! Porque mientras yo tocaba esas sencillas melodías mi profesora tocaba unos acompañamientos bastante elaborados que hacían que aquello sonase la mar de bien.





Cuál fue mi sorpresa cuando al terminar de tocar le eché un vistazo a la partitura del profesor (en este caso en vez de Secondo Caplet denomina a esta parte Les autres) y vi lo siguiente:



Comienzo de la parte de les autres (secondo)
de las tres primeras piezas de la colección



O sea, que mientras yo no me había movido de las teclas blancas del teclado, el acompañamiento había estado tocando en Re bemol Mayor, en si menor, en La Mayor… ¡de todo menos en Do mayor!

Pese a lo que pudiera parecer el resultado sonoro poco tiene que ver con las aventuras politonales de autores como Milhaud o Ives. Como por arte de magia Caplet consigue reconciliar la disparidad de armaduras  en un armonioso diálogo. Veamos qué estrategias emplea para lograrlo.


Como en casi todo en esta vida, la manera más sencilla para no tener conflictos (en este caso conflictos tonales) es, directamente, evitarlos.  ¿Estoy en Mi bemol mayor y mis notas disponibles son do-re-mi-fa-sol? Pues evito el mi natural, y listo.






Obviamente este proceder resulta bastante limitado, por lo que Caplet debe añadir otras estrategias para poder emplear notas de les petits mains que no son no diatónicas en la tonalidad de les autres. Caplet echa mano entonces de sencillos recursos que ofrece la armonización convencional, como puede ser una dominante secundaria o una sexta alemana que permita armonizar un mi natural en Si bemol Mayor: 




O una sexta napolitana que permita armonizar un fa natural en La Mayor:


A esto le podemos añadir alguna armonización un poco menos convencional, como una expresiva (aunque tonalmente inofensiva) dominante aumentada, que me permita por ejemplo emplear el do (enarmonizado como si#) en La Mayor, como quinta aumentada de V.




Sin embargo, Caplet no habría logrado un resultado tan redondo sin echar mano de una herramienta más: la rearmonización.

Fijémonos en la melodía de la primera de las piezas, “une petite berceuse”. A pesar de no tener armadura, la melodía suena claramente en Fa Mayor y podría ser fácilmente armonizada en esa tonalidad.




Sin embargo Caplet obvia desde el principio esa posibilidad y rearmoniza el Fa, la supuesta tónica como tercera de Re bemol mayor, que funciona ahora como tónica. (¡El fa es una de las dos únicas notas del primo que son diatónicas en Re bemol mayor!) De nuevo el acorde aumentado de V permite armonizar el mi natural, que pasa de ser sensible a alteración de la quinta de la dominante. 





Más que como un mago, Caplet actúa como un artesano. Un artesano cuyas herramientas, la rearmonización y la enarmonización, moldean con absoluta maestría y precisión la (a priori discordante) materia prima. Y todo esto es realizado por el compositor en un lenguaje típicamente francés, en el que abundan las novenas y las sextas añadidas, la armonía paralela, los acompañamientos en segundas… Impresionismo en estado puro.


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Un trágico epílogo

La cuarta pieza de la colección, “un petite marche bien française”, es una enérgica marcha de tono patriótico y triunfal (La indicación de tempo es “Tricolore et très allegre”). Un patriotismo claramente justificado por las circunstancias, ya que la composición de la misma se produjo recién terminada la 1ª guerra mundial, en la que Caplet había participado como soldado de infantería.  En esta pieza el compositor parafrasea La Marsellesa e incluye un texto verdaderamente sorprendente, sobre todo tratándose de una piezas destinadas a niños:




La cita, textual y musical, proviene de Le Chant des Girondins, un himno proselitista empleado durante  la segunda república francesa.


Par la voix du canon d’alarmes
La France appelle ses enfants,
– Allons dit le soldat, aux armes !
C’est ma mère, je la défends.

Mourir pour la Patrie
Mourir pour la Patrie
C’est le sort le plus beau, le plus digne d’envie
C’est le sort le plus beau, le plus digne d’envie

A través de la voz del cañón de alarma
Francia llama a sus hijos
- Vamos, dijo el soldado, ¡a las armas!
Es mi madre, la defiendo.

Morir por la Patria
Morir por la Patria
Este es el destino más bello, el más envidiado
Este es el destino más bello, el más envidiado

Fuente

Crueldades del destino, Caplet acabaría falleciendo por complicaciones derivadas su participación en la contienda. [2]


Para saber más sobre este compositor puedes leer una fantástica semblanza en el siguiente enlace: André Caplet: Portrait of a forgotten artist


Caplet en 1920
Fuente: gallica.bnf.fr




[1] Las piezas de la colección se compusieron de manera independiente y durante un largo intervalo temporal. Las primeras piezas datan de 1901, pero otras son bastante posteriores, como “une petite marche bien française”, compuesta en 1919. No fueron publicadas hasta 1925, año de la muerte del compositor. 
[2]  En mayo de 1916 Caplet resultó herido en un bombardeo que le dejó secuelas y una salud frágil. “Caplet falleció de manera inesperada el 23 de abril de 1925. Volvía de Le Havre donde había dirigido un concierto y se resfrió en el tren. Lo que se pensaba que era un simple resfriado pronto se convirtió en una pleuritis purulenta. Como última medida se llamó a un cirujano, pero no pudo salvar a Caplet. Sus pulmones habían sido tan seriamente  dañados en la guerra que no respondieron al tratamiento”.  Spencer, Williametta, “André Caplet, aussi "musicien français"” en Revue belge de Musicologie / Belgisch Tijdschrift voor Muziekwetenschap, Vol.36/38 (1982 - 1984), pp. 162-174