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31 mayo 2015

El día que Ligeti descubrió que quizá no era tan original como pensaba

Producir algo que ya existe no me interesa. Si un experimento nuevo se ha realizado y ha habido un resultado, no vale la pena hacer el mismo experimento de nuevo."

György Ligeti
György Ligeti en actitud pensativa


Partiendo de esa premisa es fácil imaginar el shock que pudo suponer para Ligeti la pequeña trampa que le tendió el compositor Per Nørgård.

A finales de los sesenta ambos compositores formaban parte de un comité encargado de seleccionar obras nuevas para ser interpretadas en los Días de la música Nórdica. En el montoncito de obras que debía revisar Ligeti, y sin que este se percatase, Nørgård introdujo una sorprendente partitura de un olvidado autor danés. Estaba convencido que esta música iba a llamar la atención de Ligeti de una manera muy especial.

El propio Nørgård nos relata cómo sucedió todo:



"Empezó a leer. Yo le miraba de reojo, a ver cuando cogía Música de las esferas, ya que esa era la obra, de Rued Langgaard, que me había cautivado: Compuesta en 19...1917, así que a principios de 1900; 1917 o 1918, tan temprana y tan inesperada para la música de aquel tiempo, porque emplea esos cluster, que suenan ya desde el comienzo, de manera llamativa todo el rato. (...) La partitura es muy rara también para Langgaard, no me recuerda a nada suyo que se le parezca.


Portada de la partitura de Música de las esferas Langgaard


De todos modos llegó el momento en que György asió la partitura...y como estábamos sentados ojeando las partituras (...) de un montón de partituras, primero leíamos así [por encima], para ver cual es la textura, y así hizo Ligeti...y fue encantador ver como la velocidad...ritardando...el cada vez más lento pasar de la páginas...
Comenzó a mirar más y más (...) y comenzó de nuevo desde el principio. Y ahora estaba leyendo todo.
Entonces tomó su vaso (...) e hizo así [llamando la atención] 

—Caballeros... 

declaró ante la sorpresa de los presentes. Aunque yo no estaba tan sorprendido... actué como si lo estuviera.

—...Caballeros, tengo que informarles que soy un...

y entonces miró la portada

—¡...epígono de Langgaard!"







19 noviembre 2013

Visión de futuro



Su música puede pronto alcanzar el punto en el que todo aquel que no esté perfectamente familiarizado con las reglas y las dificultades del arte no encuentre en él ningún placer."


Creo que hasta el propio autor de esta frase se sorprendería al darse cuenta de cuan acertado fue su juicio, ya que describe a la perfección la relación entre obra y público de una buena parte de la música actual. Esto sí que es clarividencia y no lo de Rosemary Brown, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de un fragmento de una crítica del estreno de la tercera sinfonía de Beethoven, escrito en 1805.  



Tira cómica de

23 junio 2013

Advertencia pre-concierto

No se asusten. El Sr. Gould está aquí. Aparecerá en un momento. Como saben no suelo hablar en ningún concierto a excepción de los preestrenos de los jueves por la noche, pero una curiosa situación se ha presentado que merece, creo, una palabra o dos.
Están ustedes a punto de escuchar una interpretación, digamos, no ortodoxa del Concierto en re menor de Brahms. Una interpretación sin lugar a dudas diferente a cualquiera otra que haya oído, o incluso soñado, en sus extraordinariamente amplios tempi, y sus frecuentes desviaciones de las indicaciones dinámicas de Brahms. No puedo decir que esté totalmente de acuerdo con las ideas del Sr. Gould, y esto plantea la relevante pregunta: ¿Qué hago yo dirigiéndolo?. Voy a dirigirlo porque el Sr. Gould es un artista tan válido y serio que debo tomar en serio cualquier cosa que él considere de buena fe, y sus consideraciones son suficientemente interesantes para que sienta que ustedes deberían escucharlas también.
Pero la antigua pregunta todavía permanece: En un concierto ¿Quién es el jefe, el solista o el director? La respuesta es, por supuesto, unas veces uno, unas veces otro, dependiendo de las personas involucradas. Sin embargo casi siempre ambos consiguen ponerse de acuerdo, ya sea por medio de la persuasión, el carisma, o incluso las amenazas, para conseguir una interpretación unificada. Personalmente solo una vez en mi vida he tenido que plegarme a un nuevo e incompatible concepto de un solista, y esto fue la última vez que acompañé al Sr. Gould.
Pero esta vez las discrepancias entres nuestras visiones son tan grandes que siento que debo hacer esta pequeña aclaración. Entonces, repitiendo la pregunta, ¿por qué, lo voy a dirigir? ¿Por qué no monto un pequeño escándalo, sustituyendo al solista o dejando que dirija un asistente? Porque estoy fascinado, encantado de tener la oportunidad de observar desde un nuevo ángulo está obra tan frecuentemente interpretada. Porque además hay momentos en que la interpretación del Sr. Gould aflora con asombrosa frescura y convencimiento. En tercer lugar porque todos podemos aprender algo de este extraordinario artista, que es un inteligente intérprete. Y finalmente porque existe en la música lo que Dimitri Mitropoulos solía llamar “el elemento juguetón”, ese factor de curiosidad, aventura, experimento...y les puedo asegurar que esta semana ha sido toda una aventura colaborar con el Sr. Gould en el concierto de Brahms, y con este espíritu de aventura se lo presentamos ahora a todos ustedes.









Por suerte tanto el concierto como la réplica de Gould están disponibles, de manera que cada uno puede sacar sus propias conclusiones...


27 marzo 2013

Respuesta incorrecta

-Daniel Barenboim: ¿Cuál es la dinámica?
-David Kadouch: Piano

-D.B.: ¿Cuál es ahí la dinámica?
-D.K.: Es aún la misma. Es pianissimo. Todo aquí.
-D.B.: Entonces, ¿por qué tocas más [fuerte]?
-D.K.: Porque me gusta.
-D.B.: Lo siento mucho, con todo el debido respeto, [la respuesta] no es suficientemente buena.
Si me hubieses dicho: toco fuerte aunque no está escrito porque hay una novena disminuida [sic] que debe resolver, yo habría dicho: ¡Chapó!
Quizá no esté de acuerdo, pero al menos habrías pensado en ello por alguna buena razón. Decir “porque me gusta” no está lo bastante bien.

     Extracto del vídeo de la clase de Daniel Barenboim a David Kadouch acerca 
de la sonata n. 16, op. 31, n. 1 en Sol Mayor de Beethoven (27'50'').



Aunque ya tienen algunos años, siempre es recomendable volver a echar un vistazo a la serie de masterclasses de Daniel Barenboim sobre sonatas de Beethoven. El Barenboim intérprete (en su doble faceta de pianista y director) te puede gustar más o menos, pero está claro que su conocimiento de las sonatas de Beethoven es realmente profundo y sus observaciones son generalmente bastante reveladoras. Personalmente me gusta bastante su enfoque analítico, sin que esto signifique minimizar el contenido afectivo o expresivo de la interpretación.[1]

Además ahora podemos seguir las masterclasses con subtítulos en español (excepto la de Perianes):




[1] El propio Barenboim lo explica así:
“También en la música, el intelecto y la emoción van de la mano, tanto para el compositor como para el intérprete. La percepción racional y emocional no sólo no están en conflicto entre ellas, sino que cada una guía a la otra para alcanzar un equilibrio de comprensión en el que el intelecto determina la validez de la reacción intuitiva y el elemento emocional proporciona a lo racional la sensibilidad que humaniza el conjunto. Algunos músicos ceden a la creencia supersticiosa de que un análisis demasiado completo de una pieza musical puede destruir la cualidad intuitiva y la libertad de su interpretación, confundiendo el conocimiento con la rigidez y olvidando que la comprensión racional no sólo es posible sino absolutamente necesaria para dar rienda suelta a la imaginación.” (Barenboim: El sonido es vida: El poder de la música, ed. Belaqva, p. 65)

21 noviembre 2012

El olvidado "Harmonielehre" de Louis & Thuille

 Forgotten book, Angie Papple

Estoy sentado en la habitación más pequeña de mi casa. Tengo su crítica delante de mí. En un momento estará detrás de mí.

Con estas (¿sutiles?) palabras contestaba el compositor Max Reger en 1906 a la publicación de  una crítica por lo visto no demasiado favorable. Esta crítica había sido escrita por Rudolf Louis, un crítico, teórico musical  y director de orquesta olvidado hoy en día.
Louis había comenzado a estudiar Filosofía en Viena, pero pronto se interesó por la música. Se graduó por la universidad de Viena con una tesis sobre el conflicto en la música. Posteriormente estudió composición con F. Klose y dirección con Felix Mottl en Karlsruhe. En 1897 se trasladó a Munich, donde trabajó como crítico musical para el Münchner Neusten Nachrichten. Allí conoció a Ludwig Thuille.
Thuille fue compositor y profesor en Munich. Aunque hoy en día también es prácticamente desconocido, poco a poco su música va saliendo a la luz pública, como demuestran el par de programas monográficos que le dedicó José Luis Pérez de Arteaga en el programa El Mundo de la fonografía de Radio Clásica:

 

Ludwig Thuille había estudiado teoría, órgano y composición con Rheinbeger, a quien sucedió como profesor de composición del Königliche Musikschule de Munich en 1893.
Pues bien, Louis y Thuille realizaron conjuntamente un tratado de armonía (Harmonielehre) cuya primera edición data de 1907. Aunque relativamente influyente en un primer momento dentro del ámbito germanoparlante1 (aparecieron hasta diez ediciones entre 1907 y 1933), el libro permaneció en un relativo segundo plano y no fue traducido al inglés hasta 1982.2

 

Se trata de un manual de armonía muy completo. Muy influenciado por Hugo Riemann, quien en su crítica del libro afirmaba que era “uno de los fenómenos más interesantes dentro del campo de la teoría música en las últimas décadas”. Riemann elogiaba especialmente “la consistencia y la lógica de sus argumentos y sus insuperables análisis y excelentes ejemplos musicales” así como la ausencia de “prohibiciones y directrices dogmáticas”.


Quizá el capítulo más novedoso y también más interesante es el que trata de la armonía cromática. Lo interesante de su visión de la armonía cromática es que presenta un acercamiento totalmente sistemático que permite identificar con precisión practicamente cualquier acorde dentro de un contexto armónico funcional.
Su teoría se basa en la observación de como el cromatismo puede producir dos situaciones diferentes: modulación3 o acordes alterados.


“Las notas cromáticas son o bien componentes de acordes independientes o bien notas no pertenecientes al acorde que aparecen en formaciones armónicas incidentales. Si la nota de un acorde independiente se altera cromáticamente, o se mantiene la relación con la tónica -en cuyo caso permanecemos en la esfera de influencia de la tónica- o se introduce una modulación (…). Si no se produce una modulación, obtenemos un “acorde alterado” por medio de una alteración cromática (…) siempre y cuando la armonía resultante no sea posible en ninguna otra tonalidad como acorde diatónico”.4

Louis y Thuille también observaron que las notas cromáticas pertenecientes a acordes alterados siempre funcionaban como sensibles hacia alguna de las notas de una tríada que funcionase como tónica.

“Cada alteración cromática en un acorde independiente -que no produzca una modulación- debe su creación a la necesidad de crear una sensible, es decir la necesidad de alcanzar un grado de la escala tonalmente importante no mediante un paso de un tono entero dado originalmente por la escala, sino mediante el movimiento más pequeño aplicable en nuestra música: el semitono”.5

Partiendo de estas premisas los autores proceden a describir sistemáticamente todos los acordes alterados posibles, que se producen al utlilizar una (o varias) sensibles artificiales (mediante el uso de #2 -solo posible en el modo mayor-, el uso de #4... y a sí sucesivamente).

Posibles  sensibles para las notas de una tríada (tónica) mayor y menor. 
Entre corchetes aparecen las sensibles diatónicas.

Ejemplos extraídos del libro:

 Posibles acordes utilizando # 4 en menor
(re# en  la menor)
  
Ejemplos de acordes alterados en la literatura
 

Como consecuencia de este modo de entender la armonía cromática, eminentemente vertical, se produce la aceptación de una gran diversidad de formaciones acórdicas como acordes independientes, a parte de los tradicionales mayor, menor, disminuido... Por ejemplo en el fragmento de Strauss el acorde alterado (mi-sol sostenido-si bemol-re bemol) es un acorde que tiene una tercera mayor, una quinta disminuida y una séptima disminuida (!) Pese a lo extraño que pueda parecer, en la práctica nos encontramos que en el repertorio de mediados y finales del siglo XIX (especialmente en autores como Wagner, Bruckner, Franck, Wolf, R. Strauss...) este acorde y otros similares son relativamente habituales.
Aunque la diversidad de acordes posibles es amplia (aunque  limitada) el hecho de que el modo de entender los acordes responda a unas premisas claras y sistemáticas hace que el sistema no requiera una memorización de intervalos o acordes concretos, ya que cualquier acorde puede interpretarse por deducción, lo que hace el sistema sea pedagógicamente muy interesante.

En resumen podríamos decir que se trata de un libro sumamente interesante. Una lástima que duerma el sueño de los justos...

Louis, R. & Thuille L., Harmonielehre, Ernst Klett Verlag, Stuttgart, 1907

1Y también en Holanda, de manera indirecta a través de la obra de E. Mulder Harmonie (1947, 2 vols.), que recoge la mayoría de las aportaciones teóricas presentadas por Louis and Thuille.
2Schwartz, R. I. An annotated English translation of “Harmonielehre” of Rudolf Louis and Ludwig Thuille, Ph. D., Washington University, 1982.
3En el texto de Louis & Thuille el término modulación debe entenderse en el más amplio sentido de la palabra, esto es incluyendo también tonizaciones transitorias.
4Cita traducidas de la versión inglesa mencionada en la segunda nota al pie, p. 267
5Ibid.

09 octubre 2012

Parecidos razonables

Lo completamente determinado resulta idéntico a lo completamente indeterminado
György Ligeti

Juzga tú mismo:





(Selecciona el espacio en blanco que hay a continuación para descubrir a qué obras pertenecen estos fragmentos)

1er fragmento:  Intersection No. 2 (1951) para piano solo, de Morton Feldman. Representa lo indeterminado. Esta pieza está escrita en papel milimetrado, de manera que la unidad de tiempo está representada por los cuadrados horizontales, mientras que las alturas relativas (registro agudo, medio y grave) están indicadas por tres cuadrados en cada columna. Siguiendo estos parámetros el intérprete debe elegir las notas y ritmos concretos que va a tocar.

2º fragmento: Structures I (1952) para dos pianos, de Pierre Boulez. Representa lo determinado. Esta obra está basada en una técnica compositiva denominada Serialismo integral, en la que cada parámetro musical (altura, duración, ataque e intensidad) está sujeto a un estricto orden, condicionado por un grupo de reglas establecidas a priori.

04 septiembre 2012

La revolución de la sinfonía: La "Eroica" de Beethoven (I)

Para algunos es Napoleón, para otros es una lucha filosófica, para mí es Allegro con brio
Arturo Toscanini, acerca del primer movimiento de la "Eroica"


La tercera sinfonía de Beethoven está considerada como una obra revolucionaria. Presenta características que la distinguen de obras coetáneas y significó un hito en el desarrollo de la escritura sinfónica.
De hecho reseñas escritas poco después de su estreno muestran como los críticos quedaron impresionados por la escasez de frases periódicas, quejándose a su vez de la exagerada duración de la obra, probablemente las dos novedades más fáciles de percibir que la obra presenta. El propio Beethoven era consciente de estas críticas, e incluso añadió una nota en la edición original de las partes de la "Eroica" sugiriendo que debido a su duración y dificultad la sinfonía debía ser situada en primer lugar en el programa de un concierto.

"Sinfonía heroica
Compuesta
para celebrar el recuerdo de un gran hombre"







¿Pero por qué es una obra revolucionaria? En ésta y sucesivas entradas examinaremos algunos elementos concretos del primer movimiento, que nos ayuden a reconocer en qué aspectos Beethoven va más allá del canon clasicista establecido (reflejado en sus dos primeras sinfonías) y consigue abrir nuevos caminos para la música, que influirán decisivamente en las sucesivas generaciones de compositores.


El primer tema: una lucha...¿filosófica?

La sinfonía comienza con dos breves acordes en tutti, presentando firmemente la tónica de la tonalidad, Mi bemol Mayor. Esta afirmación de la tonalidad no es en absoluto superflua ya que el séptimo compás el centro tonal será cuestionado por una nota alterada (do sostenido) en la melodía que tocan los cellos y contrabajos. Según el musicólogo R. Taruskin ésta es posiblemente la nota concreta más famosa de todo el repertorio sinfónico (!) ¿Por qué es tan importante esta nota?
Como mencionamos antes la obra comienza con dos acordes de tónica y a continuación empieza una melodía en la cuerda grave, utilizando solamente las notas del acorde de tónica, como una especie de llamada de trompa o fanfarria, reafirmando nuevamente la tonalidad. Sin embargo el do sostenido del  compás 7, desvía el centro tonal por un momento. Aunque dos compases después el centro tonal vuelve a ser Mi bemol Mayor, la interferencia causada por la nota alterada evitará que la frase tenga unas proporciones equilibradas, y por tanto que sea claramente percibida como un tema. Poco después, en el compás 15 una cadencia cierra esta primera exposición del primer tema, en el que sin embargo no podemos identificar ninguna de las habituales estructuras del clasicismo (esto es, el periodo o la frase[1]),  puesto que carece de cualquier tipo de repetición que sugiriese una sucesión de antecedente y consecuente.



Esta primera presentación del tema se solapa con una segunda entrada del motivo de la fanfarria, que ahora se desarrolla de forma secuencial, lo que compromete otra vez sus proporciones. Ahora la música se dirige hacia la dominante que aparece en el compás 23. De nuevo esta segunda presentación del tema carece de una estructura semejante a los habituales periodos o frases. Durante los 14 compases  siguientes la armonía se mueve en torno a la dominante, con acordes compactos en sforzando que rompen el ritmo ternario original.


Después de esta extensa dominante aparece por tercera vez el tema de la fanfarria, por primera vez en un tutti orquestal, incluyendo las trompetas y los timbales que permanecían en silencio desde los dos acordes iniciales. De nuevo el tema es tratado secuencialmente -en este caso la progresión se basa en terceras descendentes : I-VI--IV-IIª [IIª=V/V]- evitando una vez más la proporción y claridad formal del tema, llevándonos esta vez hacia el comienzo del segundo tema, o mejor dicho, el grupo del segundo tema, porque como veremos el segundo tema consta de varios elementos.


Hasta el momento hemos encontardo tres presentaciones del primer tema, ninguna de las cuales presentaba una estructura clara y concreta, que es lo que esperaríamos del primer tema de una forma sonata clásica. En palabras de Taruskin esta exposición temática “no presenta un punto de partida estable, al contrario nos hace partícipes desde el comienzo en una especie de crecimiento dinámico turbulento: no un estado sino un proceso; no ser sino llegar a ser. El tema no es tanto presentado como es alcanzado o conseguido tras un duro esfuerzo”.[2]
Ese duro esfuerzo, esa lucha, no es sino una  búsqueda de la propia identidad, del equilibrio clásico y la forma por parte del primer tema, una búsqueda que se prolongará durante mucho tiempo. De hecho tendremos que esperar casi hasta el final del movimiento (compases 655-673) para escuchar una forma estructuralmente completa del primer tema, consistente en una versión del tema en la tónica, seguido por una versión del tema en la dominante, un breve desarrollo y una cadencia, formando por lo tanto la estructura de una frase.


Estas versiones del tema en tónica y dominante son introducidas desde el comienzo de la sección cadencial (compás 631) y se repiten varias veces en un progresivo crescendo que recuerda a los  típicos crescendos que poco tiempo después incluiría Rossini en muchas de sus oberturas operísticas. El contexto es obviamente diferente. En palabras de Taruskin “la exaltada presentación del tema inicial emplea una serie de recursos –creciendo en sonoridad sobre un ostinato, balanceándose regularmente entre polos armónicos- como el “Rossini crescendo”  que pronto rematará las oberturas de las óperas cómicas más disparatadas que se han escrito, óperas que desde entonces escandalizarían a los refinados seguidores alemanes de Beethoven por su frivolidad italiana...En un contexto beethoveniano, lejos de ser un ligero divertimento, el gran crescendo progresivo proporciona una conclusión  largamente esperada a un drama tonal de proporciones sin precedentes”. [3]


Un par de ejemplos de los crescendos tónica - dominante rossinianos, de El barbero de Sevilla y La italiana en Argel respectivamente: 



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En el momento de preparar el fragmento del primer tema en su forma completa me di cuenta de que la segunda parte de la melodía (la repetición, en la dominante, compases 659-663) se aprecia con dificultad en la grabación (todos los ejemplos son de una grabación en vivo de la Koninklijk Concertgebouworkest dirigida por Haitink). Esto es debido a que mientras que en los cuatro primeros compases (655-658) la melodía tocada por flautas, oboes y clarinetes es reforzada por las trompetas y las trompas en octavas,  en los siguientes compases el viento metal se mantiene fijos en la dominante (escrito sol, sonando si bemol) ya que al ser escrito para  trompas y trompetas naturales no les es posible tocar la versión de dominante de la melodía.

El posterior desarrollo de los instrumentos  de viento metal llevó a la introducción de  válvulas y cilindros en trompetas y trompas, rompiendo la dependencia de la serie de armónicos y posibilitando la ejecución de todas las notas y por lo tanto también de esta melodía al completo. De este modo durante algún tiempo algunos intérpretes fueron tentados a corregir estas deficiencias y añadir notas que no fueron escritas por el autor, dando lugar a nuevas versiones, en las que efectivamente el balance se mantiene al hacer tocar al metal la melodía en los compases 659 a 663, como podemos escuchar en la siguiente versión del mismo pasaje interpretado por la London Symphony Orchestra dirigida por Joseph Krips.


Aunque estas modificaciones responden a razones plenamente justificables musicalmente, hoy en día se tiende más a respetar el texto original al entender cada obra como un producto de su tiempo.

(Se podría pensar que el balance con instrumentos originales sería distinto y quizá el pasage podría funcionar bien. Personalmente, después de escuchar un par de versiones [John Eliot Gardiner – Beethoven: Symphony No.3 in E flat, Op.55 -"Eroica" - 1. Allegro con brio y Roger Norrington – Symphony No. 3 in E flat Op. 55, 'Eroica': I.    Allegro con brio] aún me quedo con la duda pues en la grabación de Gardiner tampoco se aprecia especialmente bien, mientras que en la de Norrington sí que se aprecia, pero da la sensación de que es más el resultado de la toma sonora que otra cosa, pues las flautas se oyen exageradamente predominantes.)



[1] Es necesario aclarar que el término frase se refiere a una estructura concreta, siendo el equivalente al témino inglés sentence y al alemán Satz. Esta estructura es descrita entre otros por Schoenberg (Fundamentos de la composición musical) y Caplin (Classical form). Un ejemplo paradigmático de frase lo encontramos en el primer tema da la sonata en fa menor, op. 2 n.1 de Beethoven (compases 1-8).
[2] Taruskin: The Oxford history of western music, vol. 2 (p.658-659)
[3] Ibid. p. 689-670