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13 enero 2025

Buscando respuestas en la partitura: Algunas ideas sobre análisis e interpretación

“…limitarse a tocar las notas tal y como las escribe el compositor estaba lejos de constituir el ideal de un músico profesional”

J. J. Quantz [1] J. J. Quantz, “Vida del señor Johann Joachim Quantz, resumida por él mismo”, en Ensayo de un método para tocar la flauta travesera (ed. Alfonso Sebastián Alegre), Dairea, p. 31


Hace tiempo poníamos por aquí un fragmento de una clase de Barenboim en la que preguntaba al alumno por una cuestión interpretativa. Ante la respuesta del alumno Barenboim daba una posible respuesta basada en el análisis.

Y es que el análisis de la música nos puede dar ideas para la interpretación. Sin que estas tengan que necesariamente imponerse a los instintos musicales del intérprete, el análisis puede complementar, explicar y, por qué no, cuestionar, las intuiciones del músico.

El propio Barenboim resume esta idea así:

También en la música, el intelecto y la emoción van de la mano, tanto para el compositor como para el intérprete. La percepción racional y emocional no sólo no están en conflicto entre ellas, sino que cada una guía a la otra para alcanzar un equilibrio de comprensión en el que el intelecto determina la validez de la reacción intuitiva y el elemento emocional proporciona a lo racional la sensibilidad que humaniza el conjunto. Algunos músicos ceden a la creencia supersticiosa de que un análisis demasiado completo de una pieza musical puede destruir la cualidad intuitiva y la libertad de su interpretación, confundiendo el conocimiento con la rigidez y olvidando que la comprensión racional no sólo es posible sino absolutamente necesaria para dar rienda suelta a la imaginación. [2] Barenboim: El sonido es vida: El poder de la música, ed. Belaqva, p. 65


No siempre necesitaremos un análisis supersofisticado para obtener algunas pistas sobre la interpretación. En ocasiones un simple análisis superficial del perfil melódico nos puede dar algunas ideas.

Una regla general que se repite en diversos tratados a lo largo de la historia indica que con frecuencia las dinámicas siguen el dibujo del perfil melódico.

Así lo explica M. Lussy en Traité de l'expression musicale (1874)

He aquí los principios que deben guiar tanto al intérprete como al autor en el uso de los matices y la intensidad.

1° Deben utilizarse los crescendos, es decir, aumentar gradualmente la fuerza y la sonoridad en los pasajes ascendentes. Repetimos: ascender es ir contra las tendencias. Significa luchar, superar obstáculos. Lucha significa despliegue de energía, que produce agotamiento y fatiga. […]



2° Deben utilizarse los decrescendos, empleando gradualmente menos vehemencia y sonoridad en los pasajes descendentes. Descender es abandonarse a las atracciones naturales, sin esfuerzo, pasivamente. [3] Lussy, Traité de l'expression musicale, p. 139


Fragmento de una pieza titulada Le delire du Coeur, de Beethoven. Muestra una melodía que asciende y luego desciende acompañada por reguladores de crescendo al ascender y de diminuendo al descender.


Por su parte, Hindemith nos da una explicación más detallada de este mismo fenómeno:

El paso de un tono más agudo a uno más grave se percibe siempre como una relajación de la tensión. Este movimiento es, sin duda, el más natural de la música, ya que la producción de un tono más agudo requiere, al menos en todos los instrumentos en los que el mecanismo no desempeña un papel importante, una energía mayor que la de un tono más grave y, en consecuencia, un paso hacia abajo da la impresión de una resistencia disminuida, de una aproximación al reposo y al final. El cantante, cuyo instrumento es más sensible que cualquier otro a las diferencias de tensión entre tonos de diferente altura, siente esto con mayor claridad. […] En un intervalo ascendente, la energía del intérprete cobra impulso, y el hecho de que haya que atravesar cierto espacio y superar cierta resistencia física libera esa energía y ejerce un efecto de excitación y emoción en el oyente. Cuanto mayor es el intervalo, mayor es este efecto, especialmente en el canto o en instrumentos que muestran la necesidad de energía física y mental adicional más fácilmente que los instrumentos de teclado. El principio melódico de que un intervalo ascendente crea tensión y un intervalo descendente la resuelve se ve afectado por la tendencia armónica a conectar tonos diferentes. [4] P. Hindemith: Unterweisung im Tonsatz (El arte de la composición musical)  The craft of musical composition, p. 188

J. Jousse, en su edición del tratado Principii elementari di musica de Bonifazio Asioli lo expresa así:

P. ¿Qué significa la palabra rinforzando o crescendo?

R. Aumentar gradualmente el sonido de piano a forte y fortissimo. El crescendo se aplica generalmente a los pasajes ascendentes, después de la palabra piano.

[…]

P. ¿Qué significan las palabras diminuendo, morendo, calando?

R. Disminuir gradualmente los sonidos de forte a pianissimo; esto tiene lugar generalmente en pasajes descendentes, después de la palabra forte o fortissimo.

Jousse añadía además una importante observación sobre la aplicación de esta idea:

P. ¿Se usa este método de interpretación constantemente?

R. No; pero siendo peculiar al carácter de la melodía, no debe alterarse, salvo que el compositor lo haya indicado o cuando un intérprete experimentado lo juzgue adecuado. [5] Asioli, B., A compendious musical grammar, tr. with additions and improvements by J. Jousse, p. 105-107

Es decir, esta práctica general se puede subvertir, y esto se da generalmente en dos casos concretos. Por un lado cuando existe una indicación explícita del compositor, como ocurre en los dos ejemplos siguientes, en los que tanto Mozart como Saint-Saëns incluyen indicaciones explícitas de matices opuestos al contorno melódico:


Por otra parte Jousse indica que el juicio de un intérprete experimentado también puede llevar a transgredir la norma. El intérprete experimentado podría valerse del carácter general de la pieza para justificar su elección, ya que tal y como explica Quantz

…la buena interpretación debe ser expresiva y adecuarse a cada pasión que encontremos. [6] Quantz: Ensayo de un método para tocar la flauta travesera, p. 200

Así, la expresión del carácter de la pieza puede requerir que se altere la convención habitual.


Diagrama de dendrograma que muestra un análisis de clúster de características musicales entre 1750 y 1900 según Horn y Huron (2012). Los datos están organizados según la tonalidad (mayor o menor), la dinámica (fuerte o suave), el tempo (rápido o lento), y otros atributos musicales como staccato y legato. Los clústeres incluyen categorías como 'Alegre' (18%), 'Regio' (5%), 'Lírico y Tierno' (26%), 'Ligero/Efervescente' (23%), 'Apasionado' (7%), 'Triste/Relajado' (17%), 'Serio' (1%) y 'Sigiloso' (3%). Cada categoría está coloreada y etiquetada con sus atributos principales. Las tonalidades mayores representan el 72% y las menores el 28%.
Principales caracteres de la música (1750-1900)
asociados a sus características principales.
Fuente: Huron: Statistical learning meets music history:
Towards a cognitive history of the major and minor modes 


Lo vemos más claro en el siguiente ejemplo. Según la clasificación de Horn & Huron [7] Esta clasificación incluye alguna caracterización cuestionable, como que la categoría Regal (regio) esté asociada a una articulación legato, cuando el ritmo apuntillado de muchas oberturas francesas asociado convencionalmente a una marcha real se interpreta con una articulación marcada. un carácter ligero/efervescente se consigue mediante un tempo rápido, una articulación staccato, tonalidad mayor y una dinámica suave. Esto ocurre en el delicado final de la Canción sin palabras nº 30, (op. 62, nº 6) de Mendelssohn, “Frühlingslied” (“Canción de primavera”). El volátil arpegio ascendente que concluye la pieza requiere no solo no hacer crescendo, sino un ligero diminuendo, que en este caso no está explicitado por el autor, que se limita a añadir una indicación de carácter: leggiero



El compositor B. Romberg (1767-1841) recoge una vez más la misma idea y la ilustra de manera muy gráfica:

El aumento y la disminución del sonido están regulados invariablemente por la subida o la bajada de la escala. La escala ascendente está más marcada que la descendente. […] La siguiente figura ilustrará quizás más claramente el énfasis con el que debe tocarse esta melodía.

Partitura musical con una figura de expresión que ilustra una línea melódica ascendente y descendente. Sobre la partitura hay un dibujo que representa un esquema de montaña para resaltar la dinámica de la melodía. Las indicaciones incluyen crescendos y diminuendos, así como acentos y una apoyatura antes de la nota final.


Aquí puedes ver que cuanto más suben las notas, más aumenta el afecto, y a medida que bajan, más disminuye el énfasis. La penúltima nota es una apoyatura y, por tanto, tiene más presión que la nota anterior, aunque la anterior esté más alta en la frase. [8] Romberg: Violoncel Schule, p. 127

 

En la última frase Romberg añade un parámetro más, la función de las notas concretas (“la penúltima nota es una apoyatura”) y es aquí donde necesitaremos profundizar un poco en nuestro análisis.

Y es que la relación de las notas con el contexto armónico es una fuente importantísima de información sobre la interpretación. Un tratado especialmente interesante en este ámbito es el Klavierschule [Escuela de teclado] de Daniel Gottlob Türk.

En este tratado, Türk dedica un extenso capítulo a la ejecución (6. Von dem Vortrage), que recoge preciosa información a este respecto. Desde el inicio Türk apela al conocimiento de la armonía como requisito para la interpretación.

El conocimiento del bajo cifrado es indispensable para una buena ejecución, ya que sin este conocimiento no se pueden seguir las diversas reglas relativas a las apoyaturas y ornamentos, la fuerza o debilidad requerida por las armonías consonantes y disonantes, y similares. [9] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Primera parte, § 8 

 

Tras describir la acentuación del compás y los distintos énfasis que se han de dar a las notas en relación con esto, Türk se adentra en el campo de la armonía.

Todavía hay una variedad de notas individuales que deben tocarse con énfasis. A éstas, aparte de las apoyaturas, pertenecen especialmente aquellas cuyos intervalos son disonantes con el bajo (a), o a través de las cuales (mediante una ligadura) se pueden preparar intervalos disonantes (b), además, notas sincopadas (c), intervalos que no pertenecen a la escala diatónica del tono al que se modula (d),  aquellos tonos que se destacan por su longitud y altura, ya sean agudos o graves (e), los intervalos que adquieren importancia debido a la armonía subyacente (f), etc.


Las notas que he marcado con un deben tocarse con algo más de fuerza. [10] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Segunda parte, § 15 


Podemos ver el énfasis en las apoyaturas en estos ejemplos de Mozart y Chaikovski.  Aunque la interpretación de las apoyaturas en los dos casos es similar, se observa un cambio en la notación. Mientras que Mozart no incluye ninguna indicación explícita de matices para estas notas, Chaikovski detalla minuciosamente cada énfasis con indicaciones dinámicas. La presencia de indicaciones específicas de matices (tanto de acuerdo con la norma habitual, como ocurre aquí, como contrarios a ella) se fue haciendo cada vez más habitual a medida que avanzaba el siglo XIX.



Türk cotinúa

§ 32

El buen gusto ha convertido en regla que las disonancias o los acordes disonantes deben ser generalmente tocados con más fuerza que los consonantes, porque las disonancias deben despertar especialmente las pasiones. [11] Esta misma idea la expresan tanto Quantz como C.P.E. Bach:
Así pues, para excitar las diferentes pasiones hay que tocar más fuerte las disonancias que las consonancias. Estas procuran calma y tranquilidad totales al espíritu, mientras que aquellas le causan desazón […] Así pues, al tocar, cuanto más se destaque una disonancia de las demás notas haciéndola evidente, más afectará al oído. Y cuanto más desagradable es lo que perturba nuestro placer, más agradable resulta el placer subsiguiente. En consecuencia cuanto más duro sea el grado de la disonancia, más placentera resultará su resolución (Quantz, Cap. XVII, sección VI, §12).
…en general, se puede decir que las disonancias se tocan con más fuerza y las consonancias más dulcemente, porque las primeras excitan nuestras pasiones, mientras que las segundas las serenan (Bach, Parte I, Cap. III, §29).
 Si en esta regla se tiene en cuenta el grado de disonancia, se deduce que cuanto más dura sea una disonancia, o cuantas más disonancias contenga un acorde, con más fuerza debe tocarse la armonía. Sin embargo, esta regla no puede ni debe seguirse siempre al pie de la letra, porque de lo contrario habría demasiada variedad.[12]  Es posible que esta última frase sea una crítica velada a Quantz, quien trata también estos temas en su tratado, incluyendo un ejemplo anotado según sus indicaciones en el que se producen cambios constantes de dinámica en cada compás.

He aquí algunas armonías que son fuertemente disonantes y que, por lo tanto, deben tocarse con fuerza.

Los siguientes acordes son menos disonantes. Por lo tanto, requieren un grado moderado de fuerza.

 

Que los acordes que son más o menos consonantes deban tocarse con distintos grados de sonoridad es probablemente una sutileza demasiado grande y sólo una cuestión para el intérprete muy hábil. [13] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 32.

 

Al aplicar el análisis en la interpretación, algunos principios como los mencionados hasta ahora parecen ser bastante genéricos, es decir, su aplicación suele ser efectiva independientemente del estilo de la pieza que estamos interpretando. Sin embargo, otros principios dependerán de condiciones estilísticas.

Pongamos por ejemplo un giro armónico en el que se produce una armonía inesperada. En mi experiencia ese tipo de sucesiones armónicas funcionan generalmente enfatizando el cambio de armonía con un cambio de color acompañado por un p súbito, y esto es algo que encontramos con mucha frecuencia en el repertorio, como puedes comprobar en los siguientes fragmentos de obras de Schumann, Gaubert y Bruckner.



Sin embargo, para mi sorpresa, esto es lo que dice Türk al respecto de pasajes como esos:

 

§ 33

Las armonías, por medio de las cuales se vira repentinamente a un tono algo distante o a través de las cuales la modulación toma un giro inesperado, también se tocan con relativa fuerza y énfasis para que sorprendan aún más, de una manera acorde con su propósito. Por ejemplo:

 

§ 34

Las llamadas cadencias rotas (Cadenze d'inganno) también requieren un mayor o menor grado de sonoridad, según sean más o menos inesperadas, y según conduzcan a una tonalidad más lejana o más cercana. Por ejemplo:

 

 

Después del segundo re en el bajo, en realidad debería seguir un sol; como esto no ocurre y por tanto la expectativa es burlada, entonces la armonía inesperada debe tocarse con fuerza para que sorprenda más. Incluso si tales engaños (cadencias rotas) sólo se producen en la melodía, la nota inesperada se hace notar con fuerza. Por ejemplo:

 

 [14] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 33 y 34.


Así pues, en la teoría de la interpretación del siglo XVIII (esta misma idea es  expresada también por C.P.E. Bach [15]  C. P. E. Bach lo explica así:
Un impulso excepcional de una idea que suscite un afecto violento debe tocarse con mucha intensidad. Por lo tanto las progresiones llamadas de engaño también se tocan normalmente forte, ya que casi siempre se introducen con este fin.
Bach incluso da más importancia al cromatismo que a la disonancia a la hora de enfatizar ciertas notas
Una regla a la que atenerse que no carece de fundamento podría ser que todas las notas de una melodía que no pertenezcan a la tonalidad deberían ser enfatizadas, independientemente de que formen consonancias o disonancias, y las que se encuentren dentro de la tonalidad se toquen piano, de la misma manera sin importar su consonancia o disonancia.(Bach, Parte I, Cap. III, §29).
) las progresiones de acordes inusuales, como cadencias rotas, las napolitanas y las relaciones armónicas distantes en general recibían un tratamiento similar al de las disonancias y el cromatismo: como desviaciones de la norma consonante y diatónica, debían enfatizarse dinámicamente.

Esta práctica aparece todavía en el siglo XIX, como demuestra aquí Chopin.



Sin embargo esta concepción fue cambiando de manera muy paulatina a lo largo del XIX. Por una parte encontramos testimonios bastante tardíos que continúan en la misma línea. Lussy, escribiendo en 1874 comparte la misma idea (“Por lo tanto, cualquier acorde que contenga alteraciones, , o  que no pertenezca a la escala en la que se encuentra la melodía, es fuerte”), y incluso hacia 1900, la cadencia rota seguía siendo reconocida como un "medio de intensificación" (Louis/Thuille 1907, p. 106, citado en Moßburger).

Por otro lado desde hacía algún tiempo se había explorado la posibilidad de hacer exactamente lo contrario en esos casos. Como explica Moßburger, a principios del XIX el compositor

puede ahora volver su intención artística contra la "naturaleza", contra lo normativo, con "excepciones" deliberadamente establecidas. Esto se aplica en particular al hecho de que los acordes disonantes también pueden tocarse "suavemente", e incluso en algunos casos puede conseguirse "más efecto" mediante la reducción dinámica.[16] Moßburger: "Harmonik und Aufführungspraxis", p. 197

 

C. Czerny en Von dem Vortrage (p. 26) ejemplifica esta nueva concepción con el siguiente ejemplo, sobre el que comenta:

El compás 11 un poco ritardando, y el último acorde disonante muy suave, retenido un poco más porque cada acorde disonante (si es piano) hace más efecto de esta manera.


 

El siguiente ejemplo ilustra a la perfección este cambio de sensibilidad con referencia a las progresiones armónicas alejadas. Schubert escribió cuatro versiones de su célebre lied Erlkönig, en las que fue puliendo diversos detalles de la partitura.

En un momento de la canción la armonía se desplaza hasta el acorde de Mi bemol mayor como napolitana de re menor (Ich liebe dich). En la primera versión Schubert escribe un forte (f ), siguiendo la práctica recomendada por Türk. En la segunda versión incluso añade un fz (forzato) para exagerar el énfasis. Sin embargo, en la tercera versión cambia ese f por un pp (manteniendo los fz siguientes) y por último, en la cuarta versión, que a la postre fue la definitiva, suprime los fz, manteniendo el pp  a lo largo de toda la sección.

 


Es esta idea la que nos devuelve al pasaje que trabajaba Barenboim con Kadouch al que me refería en la antigua entrada del blog que mencionaba al comienzo.



Si bien se trataba de una acorde disonante (de ahí la posible justificación de Barenboim para tocarlo forte, tal y como hacía Kadouch por instinto), aquí Beethoven está marcando la nueva estética, en la que tal y como indicaba su alumno Czerny, el acorde disonante consigue un mayor efecto al ser tocado piano. Tal y como vimos antes, este cambio de la tendencia habitual es indicado de manera explícita por el compositor.

De este modo a la hora de hacer nuestra interpretación, en caso de que el compositor no haya especificado una dinámica, en ocasiones tendremos que hacer nuestra elección entre posibilidades opuestas. Personalmente me suele gustar mucho más el cambio a piano en esos puntos y salvo contadas excepciones es la elección que hago. Me gustó ver que no soy el único: En el siguiente fragmento de la Misa  K. 139 de Mozart, Harnoncourt opta por esta opción en una cadencia rota (que va al VI, es decir el sexto del modo menor en una tonalidad mayor como acorde prestado) a pesar de que es un repertorio más cercano a Türk.


 



Igual que el carácter general de una pieza podía contrarrestar tendencias, la interpretación de un pasaje también está condicionada por el contexto específico en el que se encuentra. Tanto Türk como Lussy recogen esta idea.

Si se repite una idea musical, normalmente se toca débilmente la segunda vez si antes se tocó con fuerza. En el caso contrario, un pasaje repetido también se toca con más fuerza, especialmente si el compositor lo ha dinamizado mediante elaboraciones. [17] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 31

La necesidad de contrastes es tan imperiosa que todo se derrumba ante ella. Cualquier pasaje que, por su contexto, por los elementos energéticos que contiene, exigiría vehemencia, se convierte en piano, si es inmediatamente precedido por una gran sonoridad.

[…]

Si la pieza ofrece una cierta cantidad de diálogos, preguntas y respuestas, toque la primera forte y la segunda piano, y viceversa. [18] Lussy: Traité de l'expression musicale, p. 148/153   

 

Esto nos lo encontramos infinidad de veces, como por ejemplo en el comienzo del tercer movimiento de la Sonata en Re Mayor, K. 284 de Mozart. En este caso Mozart pide explícitamente p en la pregunta (antecedente de la frase) y f en la respuesta (consecuente).



Otra idea interesante es que la interpretación puede ayudar al público a percibir la estructura de la pieza. Sobre esto O. Klauwell en su tratado Der Vortrag in der Musik  (La interpretación musical)  apunta una simple indicación:

Uno de los principales objetivos del intérprete debe ser facilitar al oyente, en la medida de lo posible, la comprensión de la estructura y el organismo de la composición presentada y, para ello, sobre todo, exponer muy claramente los puntos vitales de la misma. Entre los más importantes se encuentra el comienzo de la llamada recapitulación, que en muchos casos es introducida por el propio compositor mediante un ritardando [...] y que en la mayoría de los demás casos debe ser anunciada mediante un ritardando notable. [19] Klauwell: Der Vortrag in der Musik. Traducido como On musical execution, p. 30


Estas no son sino unas nociones básicas sobre interpretación que podemos obtener del análisis, pero que no nos darán una respuesta única y verdadera de cómo debemos interpretar una obra musical. Tal y como indica Klauwell en el prefacio de su manual 

en un tema de intención tan fluctuante como el que nos ocupa, es imposible hablar de «reglas» que tengan fuerza vinculante en todos los casos. Lejos de plantear tal pretensión, estas indicaciones pretenden ser una mera ayuda para expresar claramente lo natural y lo típico, representado por la música, en la medida en que éstos corresponden a las leyes lógicas de la expresión mental en general, a la naturaleza de la expresión musical en particular, y a la facultad humana de percepción.[20] Klauwell: Der Vortrag in der Musik. Traducido como On musical execution, p. 7

 

Esta información vendrá bien para complementar la musicalidad y la intuición propia del intérprete, que como señala Türk, también puede ser cultivada:

...la escucha frecuente de buena música, de excelentes intérpretes y, sobre todo, de hábiles cantantes, contribuye enormemente a la formación del gusto.[21] Türk: Klavierschule, Introducción, § 30.

Y es que al final, ese buen gusto, que podría parecer algo inefable y difícil de describir y por tanto de enseñar, es en realidad algo mucho más concreto de lo que uno podría pensar.

En la práctica, la palabra gusto se traduce en estilo, que no es otra cosa que la utilización, sin exageración y de forma sostenida, de los procesos de fuerza, énfasis, acento, matiz y movimiento adecuados al contexto de cada pieza y de cada frase.[22] Lussy: Traité de l'expression musicale, p. 8


_______________________


De entre todas las fuentes consultadas, el tratado de Türk me ha resultado especialmente interesante. Adjunto a continuación la traducción de un extracto algo más largo del Capítulo 6.
(La traducción es seguramente muy mejorable. Se aceptan sugerencias de mejora y correcciones).



Bibliografía:

Asioli, Bonifazio (1832),  A compendious musical grammar, tr. with additions and improvements by J. Jousse. 

Bach, Carl Philipp Emanuel (1753-62). Versuch über die wahre Art das Clavier zu spielen. [Las traducciones están tomadas  de la edición de Eva Matínez Marín (Dairea, 2017)].

Czerny, Carl (1839), Von dem Vortrage. Tercera parte de: Vollständige theoretischpractische Pianoforte-Schule op. 500.

Hindemith, Paul (1937) Unterweisung im Tonsatz. Traducido como The craft of musical composition.

Klauwell, Otto (1883) Der Vortrag in der Musik. Traducido como On musical execution.

Lussy, Mathis (1874) Traité de l'expression musicale. 

Moßburger, Hubert (2009), "Harmonik und Aufführungspraxis", en Zeitschrift der Gesellschaft für Musiktheorie 6/2–3, 187–230.

Quantz, Johann Joachim (1752), Versuch einer Anweisung die Flöte traversière zu spielen, [Las traducciones están tomadas de la edición de Alfonso Sebastián Alegre (Dairea, 2015)].

Romberg, Bernhard (1840) Violoncell Schule, traducido como A complete theoretical & practical school, for the violoncello.

Türk, Daniel Gottlob (1789), Klavierschule. Traducido como School of Clavier playing (trad. R. H. Haggh). 



[1] J. J. Quantz, “Vida del señor Johann Joachim Quantz, resumida por él mismo”, en Ensayo de un método para tocar la flauta travesera (ed. Alfonso Sebastián Alegre), Dairea, p. 31.

[2] Barenboim: El sonido es vida: El poder de la música, ed. Belaqva, p. 65.

[3] Lussy, Traité de l'expression musicale, p. 139.

[4] P. Hindemith: Unterweisung im Tonsatz (El arte de la composición musical). Traducido como The craft of musical composition, p. 188.

[5]  Asioli: A compendious musical grammar, tr. with additions and improvements by J. Jousse, p. 105-107.

[6]  Quantz: Ensayo de un método para tocar la flauta travesera, p. 200.

[7] Esta clasificación incluye alguna caracterización cuestionable, como que la categoría Regal (regio) esté asociada a una articulación legato, cuando el ritmo apuntillado de muchas oberturas francesas asociado convencionalmente a una marcha real se interpreta con una articulación marcada.

[8]  Romberg: Violoncel Schule, p. 127.

[9] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Primera parte, § 8.

[10] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Segunda parte, § 15.

[11] Esta misma idea la expresan tanto Quantz como C.P.E. Bach:

Así pues, para excitar las diferentes pasiones hay que tocar más fuerte las disonancias que las consonancias. Estas procuran calma y tranquilidad totales al espíritu, mientras que aquellas le causan desazón […] Así pues, al tocar, cuanto más se destaque una disonancia de las demás notas haciéndola evidente, más afectará al oído. Y cuanto más desagradable es lo que perturba nuestro placer, más agradable resulta el placer subsiguiente. En consecuencia cuanto más duro sea el grado de la disonancia, más placentera resultará su resolución (Quantz, Cap. XVII, sección VI, §12).

 

…en general, se puede decir que las disonancias se tocan con más fuerza y las consonancias más dulcemente, porque las primeras excitan nuestras pasiones, mientras que las segundas las serenan (Bach, Parte I, Cap. III, §29).

[12] Es posible que esta última frase sea una crítica velada a Quantz, quien trata también estos temas en su tratado, incluyendo un ejemplo anotado según sus indicaciones en el que se producen cambios constantes de dinámica en cada compás. (Quantz: Ensayo de un método para tocar la flauta travesera, Capítulo XVII, Sección VI, § 14)

[13]Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 32.

[14] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 33 y 34

[15] C. P. E. Bach lo explica así 

Un impulso excepcional de una idea que suscite un afecto violento debe tocarse con mucha intensidad. Por lo tanto las progresiones llamadas de engaño también se tocan normalmente forte, ya que casi siempre se introducen con este fin.

Bach incluso da más importancia al cromatismo que a la disonancia a la hora de enfatizar ciertas notas. 

Una regla a la que atenerse que no carece de fundamento podría ser que todas las notas de una melodía que no pertenezcan a la tonalidad deberían ser enfatizadas, independientemente de que formen consonancias o disonancias, y las que se encuentren dentro de la tonalidad se toquen piano, de la misma manera sin importar su consonancia o disonancia. (Bach, Parte I, Cap. III, §29).

[16] Moßburger: "Harmonik und Aufführungspraxis", p. 197.

[17] Türk: Klavierschule, Capítulo 6, Tercera parte, § 31.

[18] Lussy: Traité de l'expression musicale, p. 148/153.

[19] Klauwell: Der Vortrag in der Musik. Traducido como On musical execution, p. 30.

[20] Klauwell: Der Vortrag in der Musik. Traducido como On musical execution, p. 7.

[21] Türk: Klavierschule, Introducción, § 30.

[22] Lussy: Traité de l'expression musicale, p. 8.

22 mayo 2013

La improvisación en la clásica


 Seguramente cuando escuchamos la palabra improvisación la asociamos directamente con el Jazz. Sin embargo la improvisación estuvo también íntimamente  ligada a la historia de la música clásica.

Son diversos los ámbitos en los que ciertas dotes de improvisación fueron en algún momento inherentes a la interpretación de la  música clásica. Pensemos por ejemplo en la ornamentación que se añadía en la interpretación de movimientos lentos, o en la repetición de secciones de un movimiento rápido, o las cadencias de los conciertos para instrumentos solistas. Lejos de ser una rareza esta prácticas improvisartorias eran no solo habituales, sino de hecho la norma durante el barroco, como señala C. P. E. Bach en el prefacio a sus Sechs Sonaten für Clavier mit veränderten Reprisen [1](1760):

“La variación en las repeticiones es indispensable hoy en día. Es algo que se espera de cualquier intérprete.”

Pero el ámbito de la improvisación no se restringía a elaboraciones concretas dentro de composiciones escritas, sino que iba más allá, hasta la extemporización de obras completas. De hecho muchos de los grandes compositores de la historia destacaron en su momento también como grandes improvisadores.

Johann Sebastian Bach fue uno de estos grandes improvisadores. Diversos relatos dan muestra de la grandeza de su arte. Al parecer, el compositor J. A. Reincken , que había sido una fuente de inspiración para Bach, tras escucharle improvisar sobre un coral cuando éste aspiraba a un empleo  (Hamburgo, 1720) llegó a decir de él:

“Pensaba que este arte estaba muerto, pero veo que todavía vive en ti.”

Otra famosa historia acerca de las cualidades de Bach como improvisador nos la cuenta J. N. Forkel, el primer biógrafo de Bach, quien a pesar de no haber escuchado personalmente a Bach (nació solo un año antes de su muerte) mantuvo contacto con dos de sus hijos, Carl Phillip Emanuel y Wilhelm Friedemann, de quienes obtuvo información de primerísima mano. Cuenta Forkel que cuando J. S. Bach fue a Potsdam a visitar al Rey Federico II de Prusia:

“...el Rey renunció a su concierto de la tarde e invitó a Bach, al que ya se conocía como “el viejo Bach”, a probar los pianofortes Silbermann que se hallaban en diversas partes del palacio. Acompañado de habitación en habitación por el Rey y los músicos, Bach probó los instrumentos e improvisó ante su ilustre compañía. Después de algún tiempo le pidió al Rey que le diera un tema para una fuga, que él trataría de extemporizar. El Rey accedió y expresó su asombro ante la profunda destreza de Bach al elaborar la fuga. Ansioso por ver hasta donde podía llegar su arte, el Rey expresó su deseo de que Bach improvisase una fuga a seis voces. Puesto que no cualquier sujeto es adecuado para el tratamiento polifónico, Bach escogió él mismo un tema y, ante el asombro de todos aquellos que estaban allí presentes, lo desarrolló con la misma habilidad y distinción que había mostrado al tratar el tema del Rey. Su majestad expresó también su deseo de escucharle también al órgano. En consecuencia, al día siguiente, Bach pasó revista a todos lo órganos de Postdam, así como el día anterior había probado todos los pianofortes Silbermann. A su vuelta a Leipzig Bach desarrolló el tema del Rey en tres y seis partes, añadió diversos cánones, y los recopiló bajo el título de “Ofrenda musical” dedicándolos al Real autor del tema.”[2]

En la época de Mozart ningún recital público estaba completo sin una interpretación ex tempore, con frecuencia sobre temas propuestos por el público, de manera que no pudiera ser preparada de antemano. Al igual que Bach, Mozart asombraba a sus oyentes con sus habilidades en este arte:

“No sabíamos que admirar más –la extraordinaria composición, o la extraordinaria interpretación; ¡ambas cosas en conjunto causaban tal impresión en nuestras almas que sólo podía ser comparable a un dulce embeleso! Pero hacia el final del concierto, cuando Mozart improvisó en solitario durante más de media hora al fortepiano, elevando nuestro deleite a su máxima expresión, nuestro embelesamiento se transformó en una fuerte e incontenible ovación. Y es que realmente esta improvisación sobrepasó cualquier cosa normalmente esperable de una interpretación pianística, cuando la suprema excelencia en el arte de la composición se combinó con el más perfecto resultado en la ejecución.”[3]

“El incomparable joven Sr. Wolfgango [sic] Amadeo Mozart...interpretó...conciertos y sonatas para clave, improvisó, con la más acertadas variaciones, y con la repetición de una sonata en otra tonalidad. Cantó un aria ex tempore, sobre un texto nuevo nunca antes visto por él, añadiendo los correctos acompañamientos. Improvisó dos sonatas sobre dos temas que le dio sucesivamente el primer violín de la orquesta, uniéndolos ambos elegantemente la segunda vez. Acompañó una sinfonía completa con todas las partes a partir de la partitura de violín que se le presentó en el momento. Y lo que es más apreciado, compuso y al mismo tiempo interpretó ex tempore una fuga sobre un simple tema que le habían dado, en el que entretejió armónicamente de manera tan magistral todas las voces y resolvió tan audazmente que dejó a todos los oyentes asombrados.”[4]

El propio Mozart detalla en una de sus cartas, fechada el 23 de Octubre de 1777, unas de estas veladas en las que tenían lugar sus improvisaciones:

“...de noche, tras la cena toqué el concierto Strassburg [Concierto para violín n. 3 en Sol M, k. 216]; fue todo sin problemas; todo el mundo alabó la pureza del sonido. Trajeron un  pequeño clavicordio, en el cual preludié, y toqué una sonata y las variaciones Fischer [k. 179/189a]. Algunos de los presentes susurraron al Dean que debería escucharme tocar en el estilo de órgano. Le pedí que me diera un tema, lo cual él rechazó, pero uno de los monjes sí lo hizo. Lo elaboré pausadamente, y de repente (siendo la fuga en sol menor), comencé un movimiento alegre en la tonalidad mayor, pero en el mismo tempo y luego, al final el tema original, al revés. Finalmente se me ocurrió emplear el tema alegre como sujeto para la fuga. No dudé un instante, si no que lo hice de inmediato, y todo fue tan preciso como si Daser (un sastre de Salzburgo) hubiera tomado medidas. El Deán se emocionó enormemente. “Se ha terminado,” dijo, “y no vale de nada hablar de ello, pero no podría creer lo que acabo de escuchar: desde luego es usted un hombre talentoso.”[5]

Beethoven incluía también improvisaciones en sus conciertos, alcanzando como habían hecho Bach y Mozart una gran maestría.  Czerny, quien había estudiado con Beethoven  cuenta que “sus improvisaciones eran brillantes y extremadamente asombrosas, ya fueran sobre un tema propio o sobre un tema que le propusieran”. Normamelnte sus improvisaciones tomaban la “forma de un primer movimiento o un rondo final de una sonata”, una forma de “variación libre” o “forma mixta, una idea siguiendo a otra como en un popurrí”. Estas formas son descritas por Czerny en su tratado Systematische Anleitung zum Fantasieren auf dem Pianoforte (1829), uno de los tratados más relevantes de la época sobre improvisación.[6] 

Continuando la línea de improvisadores encontramos a Liszt, quien a su vez había sido alumno de Czerny. Niño prodigio, desde muy joven asombró al público con sus interpretaciones, que a menudo incluían improvisación. A los doce años se presentó en Londres, donde interptretó un recital que incluía un concierto de Johann Nepomuk Hummel, unas variaciones con acompañamiento de orquesta de su maestro Czerny y “una Fantasia ex tempore sobre un tema, que el maestro Liszt respetuosamente solicita sea dado por cualquier persona en el público”.[7]

Resulta paradójico que el declive de las prácticas improvisatorias fuera favorecido en parte por el hecho de que autores como Beethoven y Liszt comenzasen a escribir las cadencias para sus propios conciertos, suprimiendo uno de los espacios más propios de la improvisación.

Hoy en día la improvisación en la música clásica parece que vuelve a florecer. Por un lado nos encontramos con una tradición que en realidad nunca llegó a desaparecer. La improvisación al órgano, que estuvo ciertamente ligada a los actos litúrgicos, se siguió cultivando a lo largo del siglo XIX y XX. Bruckner, a pesar de dejar a penas un puñado de composiciones menores para órgano, era reconocido como un excelente improvisador, lo cual se refleja en algunos rasgos de su música orquestal, como el abundante uso de secuencias. Por otra parte también es destacable la escuela francesa de organistas, representada por figuras como C. Franck, Ch. M. Widor, M. Dupré y O. Messiaen (de los dos últimos podemos escuchar grabaciones de algunas de sus improvisaciones: [Dupré] [Messiaen]).

En el campo de la educación también se le está volviendo a dar gran importancia a la improvisación, como elemento fundamental en el desarrollo de la creatividad y la capacidad expresiva de los alumnos.

Finalmente hay quien se dedica a emular a Mozart, Beethoven o Liszt improvisando sobre temas propuestos por el público, que responde con el mismo asombro que el público de los siglos XVIII y XIX. Este es el caso por ejemplo de los pianistas Gabriela Montero y Richard Grayson. A diferencia de lo que harían Mozart o Bach, improvisando en un lenguaje muy definido, el propio de su tiempo, los improvisadores actuales pueden elegir entre una gran diversidad de lenguajes históricos, sobre los que realizan auténticas copias estilísticas. En el canal de Youtube de Grayson podemos encontrar infinidad de estas copias estilísticas, que en ocasiones mezclan temas de un estilo con improvisaciones en un estilo totalmente ajeno al del tema, dando lugar a combinaciones realmente curiosas.



Además en su página web podemos descargar de manera gratuita un método de improvisación, que servirá para todo aquel que quiera iniciarse en este arte.

Para saber más:




[1] En estas obras C. P. E. Bach escribió él mismo las repeticiones variadas, ejemplificando lo que haría un buen improvisador, o posibilitando a aquel que no tuviera esas capacidades la interpretación de las obras.
[3] Reacción al concierto de Mozart en Praga el 19 de Enero de 1787. Citado por R. Taruskin en The Oxford History of Western Music, vol 2, p. 611.
[4] Relato de un concierto de Mozart en la Accademia Filarmonica de Mantua, aparecido en la Gazzeta di Mantova (19 de Enero de 1770). Citado por K. Komlós en The Cambridge companion to Mozart, p. 218.
[6] Rink, J. "Improvisation" en The New Grove Dictionary of Music and  Musicians
[7] Taruskin, R, The Oxford History of Western Music, vol. 2, p. 262