Me gusta tocar el piano. Lamentablemente soy
absolutamente negado para ello. De alguna manera, mi cerebro de flautista se
niega a que los dedos tengan que desplazarse más del centímetro que separa una
llave abierta de una cerrada. Lo de tener que desplazarse a lo largo del
teclado con un estudiado baile de dedos le (me) sobrepasa por completo. Y de lo de prestar atención a una cosa distinta con cada mano ya ni hablamos...
Por suerte, existe un recurso para que los
ineptos (motivados) como el que suscribe no perdamos la ilusión de hacer algo
de música con el instrumento. Un día, mi profesora de piano complementario,
cansada de escuchar mis repetidos desatinos en el tercer compás de un pequeño
preludio de Bach, me propuso tocar algo a cuatro manos, y sacó un libro
titulado pour les enfants bien sages: un tas de petites choses… (Para los niños de buen comportamiento: un montón de
cosas pequeñas…). Se trataba de unas piezas para niños (la parte aguda,
normalmente denominada Primo se llama
aquí Les petites mains), compuestas a
comienzos del siglo XX [1] por André Caplet, en la que la parte destinada a los
niños es muy sencilla y se acompaña de una parte en el registro grave para del
profesor, más elaborada. En este caso mi cerebro flautístico se alegró al
comprobar que en todas las piezas de la obra las manos del Primo estaban en posición fija, con los dedos de ambas manos
situados constantemente sobre las notas do-re-mi-fa-sol y tocando sencillas
melodías, casi siempre idénticas en ambas manos. Por fin algo que podía tocar y
¡disfrutar! Porque mientras yo tocaba esas sencillas melodías mi profesora
tocaba unos acompañamientos bastante elaborados que hacían que aquello sonase
la mar de bien.
Cuál fue mi sorpresa cuando al terminar de tocar le eché un vistazo a la partitura del profesor (en este caso en vez de Secondo Caplet denomina a esta parte Les autres) y vi lo siguiente:
O sea, que mientras yo no me había movido de
las teclas blancas del teclado, el acompañamiento había estado tocando en Re
bemol Mayor, en si menor, en La Mayor… ¡de todo menos en Do mayor!
Pese a lo que pudiera parecer el resultado
sonoro poco tiene que ver con las aventuras politonales de autores como Milhaud
o Ives. Como por arte de magia Caplet consigue reconciliar la disparidad de
armaduras en un armonioso diálogo.
Veamos qué estrategias emplea para lograrlo.
Como en casi todo en esta vida, la manera más
sencilla para no tener conflictos (en este caso conflictos tonales) es,
directamente, evitarlos. ¿Estoy en Mi
bemol mayor y mis notas disponibles son do-re-mi-fa-sol? Pues evito el mi
natural, y listo.
Obviamente este proceder resulta bastante limitado, por lo que Caplet debe añadir otras estrategias para poder emplear notas de les petits mains que no son no diatónicas en la tonalidad de les autres. Caplet echa mano entonces de sencillos recursos que ofrece la armonización convencional, como puede ser una dominante secundaria o una sexta alemana que permita armonizar un mi natural en Si bemol Mayor:
O una sexta napolitana que permita armonizar
un fa natural en La Mayor:
A esto le podemos añadir alguna armonización
un poco menos convencional, como una expresiva (aunque tonalmente inofensiva)
dominante aumentada, que me permita por ejemplo emplear el do (enarmonizado
como si#) en La Mayor, como quinta aumentada de V.
Sin embargo, Caplet no habría logrado un
resultado tan redondo sin echar mano de una herramienta más: la rearmonización.
Fijémonos en la melodía de la primera de las
piezas, “une petite berceuse”. A pesar de no tener armadura, la melodía suena
claramente en Fa Mayor y podría ser fácilmente armonizada en esa tonalidad.
Sin embargo Caplet obvia desde el principio esa posibilidad y rearmoniza el Fa, la supuesta tónica como tercera de Re bemol mayor, que funciona ahora como tónica. (¡El fa es una de las dos únicas notas del primo que son diatónicas en Re bemol mayor!) De nuevo el acorde aumentado de V permite armonizar el mi natural, que pasa de ser sensible a alteración de la quinta de la dominante.
Más que como un mago, Caplet actúa como un
artesano. Un artesano cuyas herramientas, la rearmonización y la enarmonización,
moldean con absoluta maestría y precisión la (a priori discordante) materia prima.
Y todo esto es realizado por el compositor en un lenguaje típicamente francés, en
el que abundan las novenas y las sextas añadidas, la armonía paralela, los
acompañamientos en segundas… Impresionismo en estado puro.
_____________
Un trágico epílogo
La cuarta pieza de la colección, “un petite
marche bien française”, es una enérgica marcha de tono patriótico y triunfal (La
indicación de tempo es “Tricolore et très allegre”). Un patriotismo claramente
justificado por las circunstancias, ya que la composición de la misma se
produjo recién terminada la 1ª guerra mundial, en la que Caplet había
participado como soldado de infantería. En
esta pieza el compositor parafrasea La
Marsellesa e incluye un texto verdaderamente sorprendente, sobre todo tratándose de una piezas destinadas a niños:
La cita, textual y musical, proviene de Le Chant des Girondins, un himno proselitista empleado durante la segunda república francesa.
Par la voix du canon d’alarmes
La France appelle ses enfants,
– Allons dit le soldat, aux armes !
C’est ma mère, je la défends.
Mourir pour la Patrie
Mourir pour la Patrie
C’est le sort le plus beau, le plus digne d’envie
C’est le sort le plus beau, le plus digne d’envie
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A través de la voz del cañón de alarma
Francia llama a sus hijos
- Vamos, dijo el soldado, ¡a las armas!
Es mi madre, la defiendo.
Morir por la Patria
Morir por la Patria
Este es el destino más bello, el más envidiado
Este es el destino más bello, el más envidiado
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Fuente |
Crueldades del destino, Caplet acabaría
falleciendo por complicaciones derivadas su participación en la contienda. [2]
Para saber más sobre este compositor puedes leer una fantástica semblanza en el siguiente enlace: André Caplet: Portrait of a forgotten artist
Para saber más sobre este compositor puedes leer una fantástica semblanza en el siguiente enlace: André Caplet: Portrait of a forgotten artist
Caplet en 1920 Fuente: gallica.bnf.fr |
[1] Las piezas de la colección se compusieron de manera independiente y durante un largo intervalo temporal. Las primeras piezas datan de 1901, pero otras son bastante posteriores, como “une petite marche bien française”, compuesta en 1919. No fueron publicadas hasta 1925, año de la muerte del compositor.
[2] En mayo de 1916 Caplet resultó herido en un bombardeo que le dejó secuelas y una salud frágil. “Caplet falleció de manera inesperada el 23 de abril de 1925. Volvía de Le Havre donde había dirigido un concierto y se resfrió en el tren. Lo que se pensaba que era un simple resfriado pronto se convirtió en una pleuritis purulenta. Como última medida se llamó a un cirujano, pero no pudo salvar a Caplet. Sus pulmones habían sido tan seriamente dañados en la guerra que no respondieron al tratamiento”. Spencer, Williametta, “André Caplet, aussi "musicien français"” en Revue belge de Musicologie / Belgisch Tijdschrift voor Muziekwetenschap, Vol.36/38 (1982 - 1984), pp. 162-174