Los dos nombres más íntimamente ligados al impresionismo
musical, Debussy y Ravel, tuvieron una postura cuando menos ambigua ante el
calificativo de impresionistas,
llegando a renegar de ella abiertamente en alguna ocasión.
En 1908, Debussy comentaba a su editor en referencia a sus
Images que “estaba intentando componer algo diferente –realidades, por así
decirlo –lo que los imbéciles llaman “impresionismo”, un término empleado con
suma imprecisión, especialmente por los críticos de arte, que lo usan para
etiquetar a Turner, el mayor creador de misterio de todo el arte.”[1]
Por su parte Ravel escribía en 1928 a propósito de la
música francesa: “Tenemos algunos compositores ultramodernos entre nuestros
jóvenes. No sé cómo será de significativo. Sin embargo, si me pregunta si
tenemos una escuela de músicos impresionistas debo admitir que nunca he
asociado dicho término con la música. La pintura, ah, ça est outre chose!”[2]
Y ciertamente, la pintura era otra cosa. La mayoría de
pintores asociados al impresionismo pertenecían a una generación anterior a la
de los ilustres músicos. Cuando Debussy estrenó su Preludio a la siesta de un fauno en 1894 el impresionismo pictórico
contaba ya con más de dos décadas de vida. Ravel, aún más joven que Debussy no
saltó a los focos de la vida cultural parisina hasta el cambio de siglo. Esto
quiere decir que la música que hoy asociamos con el arte impresionista no es
exactamente la que los pintores conocían y que, quizá, les inspiró. Entonces ¿cuál fue esta música?
No hay dudas de que la figura más influyente en la escena
musical europea de la segunda mitad del siglo XIX es Richard Wagner. Francia tampoco
escapó al embrujo wagneriano, y esto se vio reflejado no solo en su música.
A través de su correspondencia podemos saber que el pintor
Paul Cézanne apreciaba los “nobles
sonidos de Wagner” y se congratulaba por haber podido escuchar las oberturas de
Tannhäuser, Lohengrin y El Holandés
errante llegando a unirse, junto a Zola, a la sociedad wagneriana de
Marsella.
P. Cézanne: Niña al piano. La obertura de Tannhäuser (1868-9) |
Por su parte Renoir, quien en su juventud había sido solista del coro
de Saint Eustache bajo la dirección de Gounod, animado por algunos colegas
wagnerianos se acercó a Palermo para conocer y retratar al maestro.
P. A. Renoir: Richard Wagner (1882) |
Por aquel
entonces Wagner se encontraba completando la instrumentación de Parsifal
y tras algunas largas aceptó recibir al pintor. Renoir detalló la visita en una
carta en la que sin tapujos expresó su opinión sobre la música del venerado compositor:
“Me gustaba mucho la música de Wagner. Me dejaba
llevar en ese tipo de fluir apasionado que encontraba en su música. Pero llegó
un día en que un amigo me llevó a Bayreuth, y sin embargo debo decir que me
aburrí endiabladamente. Los gritos de guerra de las Valkirias están bien por un
rato, pero cuando duran seis horas seguidas acaban por volverte loco.”[3]
Manet estaba también familiarizado con la música Wagner,
pues su esposa pianista solía interpretar para él y otros ilustres invitados como Baudelaire piezas del compositor alemán.
La figura de Wagner causó una gran impresión en un pintor
un poco más joven que los anteriores, pero nacido todavía una década antes que
Debussy. Se trata de Vincent van Gogh. En su interesante correspondencia se encuentran
alusiones a la música y a su relación con demás artes visuales. En 1888 escribe a su hermano Theo y le cuenta qué le sugiere la pintura que se hace en ese momento:
“La pintura tal y como es ahora augura hacerse más
sutil —más música y menos escultura — de hecho augura color.”
El color es una de las obsesiones del artista y su
especial tratamiento una de las características del impresionismo como relata en 1889 a su colega Gauguin:
"Hoy he comenzado de nuevo sobre el lienzo que había
pintado de Mrs. Roulin, aquel que había permanecido en un estado incierto en
cuanto a las manos por causa de mi accidente. Como disposición de colores: los
rojos moviéndose hacia naranjas puros, intensificando aun más los tonos de la
carne hasta los cromos, pasando por rosas maridando con verdes olivas y
veronés. Como disposición impresionista de colores, nunca habría podido diseñar
nada mejor."
V. van Gogh: Agoustine Roulin ("La Berceuse") (1889) |
En esa misma misiva Van Gogh expresa sus intenciones
como artista:
“¡Ah! Mi querido amigo, hacer de la pintura lo que la
música de Berlioz y Wagner ha sido ante nosotros…un arte reconfortante para corazones
apenados.”
Aunque menciona a otros músicos como Beethoven o
Berlioz (de quien confiesa desconocer su música), Wagner es quien aparece en
más ocasiones a lo largo de sus escritos. Su interés le llevó a leer diversos ensayos
y artículos sobre el compositor, a quien vuelve a poner como ejemplo para la
pintura en una carta a su hermano en Septiembre de 1888:
“He leído un artículo sobre Wagner, L’amour dans la musique, del mismo
autor que escribió el libro sobre Wagner, creo. ¡Qué necesario es que hagamos
lo mismo en la pintura!”
Solo unos meses antes Van Gogh se había trasladado a
Arlés, en el sur de Francia, proveniente de París. Los nuevos paisajes que allí
se encuentra le causan una honda impresión y se lo cuenta entusiasmado a su hermano Theo:
“…nunca he tenido tanta buena fortuna; la naturaleza
aquí es extremadamente bella. Toda ella y en cualquier parte. La cúpula del
cielo es de un maravilloso azul, el sol tiene un pálido resplandor sulfuroso, y
es suave y encantador, como la combinación de azules celestiales y amarillos en
los cuadros de Vermeer de Delft. No puedo pintar algo tan bonito como como eso,
pero me absorbe de tal manera que me dejo llevar sin pensar en ninguna regla”.
Vincent a Theo van Gogh. Arles 18 de Septiembre de 1888 |
En este estado de excitación cita al músico alemán como
un referente para su pintura:
“Pero de nuevo estoy como estaba en Neuen, cuando
hice un vano intento de aprender música —incluso entonces— ya que sentía de
manera muy intensa las conexiones que existen entre nuestro color y la música
de Wagner”.
En una misiva a su hemana Willemien reafirma una vez
más los paralelismos que encuentra entre su pintura y las notas del músico:
“Comprenderás que el campo del sur no puede ser
pintada con la misma paleta que por ejemplo Mauve, quien pertenece al norte y
es siempre un gran maestro con el gris. Sin embargo la paleta de hoy es
absolutamente colorista—cielo azul, rosa, naranja, bermellón, amarillo
brillante, verde claro, rojo vino claro, violeta.
Pero intensificando todos los colores uno de nuevo
alcanza la calma y la armonía. Y algo sucede como con la música de Wagner, que
aun siendo interpretada por una orquesta grande, no por ello es menos íntima”
Pese a existir relaciones entre la música de Wagner y Debussy no se puede decir que sus ideales estéticos sean cercanos precisamente,
por lo que es revelador conocer cuál de las dos fue la que conoció y admiró van
Gogh entre otros pintores impresionistas. Esto no quita que sea legítimo
aplicar el calificativo de impresionista a la música de autores como Ravel o
Debussy, aun teniendo en cuenta su ocasional rechazo. Sin embargo la próxima
vez que escuches música impresionista o veas un cuadro impresionista recuerda
que las etiquetas que le ponemos a los diferentes estilos o períodos de las distintas artes, a pesar de ser por lo general útiles,
nos cuentan solo una parte de la historia, y quizá lo que no nos cuentan es
igual de apasionante.
[1] Citado en Simeone, N. “Debussy and
expression”. The Cambridge companion to
Debussy, p. 102
[2] Ravel,M., “Take Jazz seriously!”,
reproducido en Orenstein (ed.), A Ravel Reader: Correspondence, articles,
interviews.
[3] Citado en R.C., “Renoir’s portrait
of Wagner”, The Musical Times, vol. 62, No 942 (1 de Agosto de 1921), p. 570
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